Las calles están vacías. Son la diana de muchos, que sacan la basura varias veces al día, que se ofrecen voluntarios para pasear al perro del vecino, ahora, en los momentos en los que no se sabe qué hacer con uno mismo. Momentos, ante todo, egoístas. Se ha notado en los supermercados, lugares en los que se ve de lo que somos capaces en momentos difíciles. Hacernos obesos a costa de que otros mueran de hambre. Vaya, esto me suena. Es la representación en pequeña escala del mundo. El norte, gordito, el sur, con las costillas al aire. De qué nos extrañamos.
Y esto no es nada. Solo un bichito.
Tenemos todo un repertorio de actividades en streaming. Muchas más que cuando éramos algo más libres, ¿libres? Queremos usar y tirar el tiempo como hacemos con el resto de cosas. Sólo somos unos envases.
Tenemos un virus que nos habla de lo que somos.
Tenemos un virus que nos da la oportunidad de conocernos un poco más, de mirarnos, de vernos, y si con todo ello somos incapaces de cambiar, de darle la vuelta a ciertas cosas, para qué queremos ser libres.
Ahora apreciamos lo que teníamos, nos lo tienen que quitar de las manos para que nos demos cuenta. Siempre hacemos lo mismo. No cuidamos los pequeños detalles, el cuidado, la atención, a la gente, a las cosas que conforman nuestro entorno, lo dejamos de lado, no tenemos tiempo, el tiempo, que gran enemigo, se nos escapa, nos boicotea. Ahora, que viene a darnos un espacio propio, lo anulamos, lo matamos con actividades superfluas. Lo usamos y tiramos. Nos vamos a dormir pensando que mañana tendremos más. Mañana haremos lo mismo. Malgastarlo.
Libres. Queremos ser libres. Lo que queremos es satisfacer nuestros egos. El propio placer. Hacer lo que nos de la gana. El resto del mundo no es cosa nuestra. Somos hedonistas. Esclavos de nosotros mismos. Solo pretendemos darle placer al cuerpo, comer, beber, fumar, divertirnos, sexo, y no nos damos cuenta de que detrás hay cosas más profundas. No miramos tan adentro. No tenemos tiempo. Nos quedamos en la superficie. Y luego queremos ser libres.
Si es eso es ser libre, pronto esa libertad será el arma que nos aniquile.
Hoy seríamos capaces de matar a alguien que emite un estornudo. Tenemos miedo. Eso es lo que justifica todo lo demás. El miedo. El miedo a mirarnos. Si nos miráramos en un espejo que nos mostrara todo lo que realmente somos, nos avergonzaríamos de nosotros mismos.
El espejo es una invitación a mirar más allá de la piel que nos envuelve. El hambre se palia compartiendo. Si no puedes satisfacerte compartiendo la comida con los demás, no te satisfará nada. Y eso, eso es ser un esclavo, no libre.