lunes, 28 de noviembre de 2016

Micro-pinceladas





V.1. Obsesión

Imagen relacionada


Resultado de imagen de vida en blanco y negro cuadroDe un certero bocado, le arrebató el pincel. No le importó lo más mínimo. Se había empeñado en darle color a ese lienzo y no sabía por dónde empezar. Cogió la paleta con fuerza y la estampó  en ese cuadro en blanco. Sus manos se abalanzaron sobre esa gran mancha y esparcieron los colores sin dejar ni un espacio libre. Ni una rendija por la que respirar. Tapó cada agujero. Se quedó sin luz. Sin aire. Fue su primera y su última obra. A partir de entonces, todo discurrió en blanco y negro.



V.2. Sueño profundo


Resultado de imagen de mancha sangre cama
De un certero bocado, le arrebató el pincel. Se despertó sobresaltada. El animal se había abalanzado ferozmente contra ella, y sólo se llevó el dichoso pincel. Intentó recordar qué había pintado. Nada. Cerró los ojos. Se sumergió en el sueño. Se situó frente al cuadro. Vio un retrato de una mujer que estaba, a su vez, mezclando colores sobre una tela. Algo la alertó. Su mano no estaba. Un gran trazo rojo la envolvía. Al fondo, un animal huía. Nuevamente otra sacudida. Ahora no tenía nada que ofrecer. Quiso despertar. No consiguió hacerlo antes que él saltara sobre ella. Despertó envuelta sobre un gran trazo rojo.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Cara B


Me preguntas por Pilar. Que te cuente algo de ella. No sé por dónde empezar. Sabes que Pilar es importante para mí pero desconozco los motivos. Es una chica bastante corriente. No destaca en nada. O eso parece. Pilar tiene su propia concepción de la vida. Tiene su mundo. Su planeta personal. Vive allí. A veces sale a dar un paseo y se queda absorta mirando a los terrícolas. Pilar no los comprende. Ella no se siente uno de ellos. Los mira. Pone todo su empeño en comprenderlos. No lo consigue. ¿Recuerdas el día de la tertulia y cena en su casa? Tú mismo lo pudiste comprobar. Se tomó demasiadas molestias. Las indicaciones para llegar al lugar. Carteles pegados a troncos de árboles. A postes. A paredes. Grafitis en alguna fachada. Los papeles en su propia casa. Yo creo que se siente perdida. Y todas esas señales son solo indicaciones para encontrarse a ella misma. Se busca incesantemente. Cuando la miro, la veo indagar en mis ojos a ver si ve un reflejo que la haga reconocerse. Nos miramos a menudo. Incluso cuando follamos. Ahí más. Yo a veces cierro los ojos, pero ella los tiene siempre abiertos. No quiere perderse detalle. De nada. Su madre un día me dijo que nada más nacer ya los tenía abiertos de par en par. Y sigue así. Se asusta fácilmente. Tiene muchos miedos. De pequeña no soportaba la oscuridad. Ahora tampoco. Se hace la fuerte y apaga la luz cuando tiene la certeza de que en un instante pasará al estado de ensoñación. Odia despertarse a las dos de la madrugada. Sabe que le quedan muchas horas por delante. Oscuras. No cree en Dios, dice. Yo creo que sí. Que se aferra a lo invisible. A lo desconocido. En su intento de encajar las fichas del puzle. Tiene demasiadas sueltas. Eso le preocupa bastante. Desconfía de lo conocido. De la ciencia. Cree que hay demasiadas incógnitas por despejar. Queda mucho por descubrir. Todo eso podría contradecirlo todo. El mundo de Pilar se tambalea. A veces, dice, le parece estar en una noria. Tiene la sensación de deja vu muchas veces. Como si estuviera repitiendo una y otra vez la misma historia. Se siente cansada de eso. A veces pienso que su objetivo es bajarse de ahí y salir corriendo. Nunca corre. Hace muchas cosas. No para. Anota en su agenda una actividad para cada tramo horario. No soporta ver una línea en blanco. Le supondría enfrentarse a sí misma. A su soledad. Pilar se siente sola aunque esté rodeada de gente. Es algo que va con ella. Como si fuera un bicho raro. No debería contarte todo esto. Es sólo la Pilar que yo veo, pero podría haber otras muchas ahí escondidas. En ese cuerpo extraño. Me ha dicho muchas veces que se siente fuera de lugar. Es como si no se reconociera en su propio cuerpo. Como si hubiesen intercambiado su alma antes de nacer. Se siente aquí por equivocación. No solo en el mundo. En su cuerpo también. No sé si estoy siendo justo con ella. En realidad, Pilar es una chica muy alegre. Optimista. Más que yo. Quizá lo que yo veo sea un reflejo de mí mismo y Pilar sea tan solo mi espejo. Pilar tiene una hija. Es su tarea más difícil. En su rol de madre Pilar se transforma. Es un hada del bosque. Juega. Se ríe. Retrocede en el tiempo. A su infancia. Intenta recuperar momentos perdidos de aquella época. A veces dolorosos. Y eso la entristece. Pero prefiere eso y ver a su padre. Lo echa de menos. Lo sé. No lo dice. Es algo que siento. A veces, cuando me abraza, percibo ese vacío. Creo que todo lo que hace es para llenarlo. No sabe cómo. No sabe nada. Y lo sabe. Pilar ha llegado al mismo punto que Sócrates. Ella ha ido destruyendo cada concepto aprendido. Algunos a hostias, como suele decir. Pero no vayas a creer que Pilar utiliza ese vocabulario normalmente. Son ráfagas fugaces. Se lo permite sólo a veces, como los cigarrillos. Pilar no fuma. Lo dejó hace muchos años. Tampoco bebe. Sólo en ocasiones especiales. A Pilar le gusta bailar. También canta. Pero solo lo hace cuando está sola. Alguna vez la he escuchado. Ella no lo sabe. También la he visto bailar. Una vez intenté bailar con ella. Fue un desastre. Pilar no sigue unos pasos. Un ritmo. Sale despedida con cada nota. Yo no puedo seguirla. Optamos por dejar que la música acompañara uno de nuestros abrazos. Pilar es una mujer independiente. Demasiado. Ha creado un muro infranqueable. Impermeable. Imposible de traspasar. Ni sólidos ni líquidos pasan por ahí. Sólo una pizca de aire. La suficiente para respirar. Sobrevive. Yo no hago más que buscar una rendija por la que colarme. Si había alguna, está sellada. Como un sobre lleno de misterios escritos en un papel. Un lacre pegado lo cierra. Rojo. Lleva su nombre. Lo mete en un buzón. Pilar espera llegar así a su destino.

sábado, 19 de noviembre de 2016

YO


Prólogo: 
Este relato es un trabajo de clase. Como otros que he escrito anteriormente. Pero este es diferente. Este me ha producido un estado de excitación elevado. El estilo, inspirado en la descripción que hace Gerardo Arana en Meth Z, me ha dado una fuerza que no recuerdo haber experimentado antes. El reto era hablar de mi misma, describiendo un personaje. Podría haberlo hecho de miles de maneras. Pero la intención era tomar el ritmo y el estilo de ese libro. No lo he leído, pero por descontado lo leeré. He disfrutado haciendo esta descripción, pero eso es decir poco. Ha sido algo parecido a un orgasmo. Escribir puede producir placeres insospechados. Os dejo con Yo.


YO

Pilar tiene algo fuera de lo común. Cuando la conocí me di cuenta enseguida. Son sus ojos. Esa mirada profunda que se clava bien adentro y ya no te deja escapar. La gente, cuando la conoce, queda atrapada entre esos rayos visuales que te lanza de inmediato. Te deja inmortalizado en una imagen retratada en su polaroid mental. Tiene un álbum de fotos perfectamente ordenado de todos los sucesos y personas que han pasado por su vida. Excepto los que voluntariamente decide tirar a la basura. Su selección es tajante. Quien se queda, es para siempre.  Se podría decir que Pilar es algo desordenada. Puede encontrar perfectamente unas bragas en el sofá. Lo sorprendente es que sabe que están ahí. Pilar guarda ese orden dentro del aparente caos que la rodea. Lo de las bragas lo vi yo mismo. Un día, en su casa, viendo una película, las encontré detrás de un cojín. Ella, Pilar, no se inmutó. Sólo dijo que las dejara donde estaban y siguió viendo la película. Pilar trabaja en una fábrica de productos químicos. No sabe nada de química. No le hace falta. Su puesto sólo requiere que entienda de economía. Pilar estudió empresariales. Una carrera de futuro. Su padre, inmóvil, la animaba a sacar el provecho de la vida que él no pudo. Y Pilar le puso pies a su padre y lo hizo. Desde pequeña, Pilar ha tenido una gran vocación por ser maestra. Le gustaba escribir y las matemáticas. Pilar siempre pensó que una cosa y la otra eran puros complementos. Una cuestión de poesía. Pilar dejó de escribir en su libreta. Se vio enredada entre cálculos financieros. Hace un año Pilar se dio cuenta de que tenía tantas cosas anotadas en su imaginación que empezó a vomitarlas porque ya no le cabían dentro. Ahora escribe. Y está enredada entre letras constantemente. Lee. Lee mucho. Como si quisiera absorber todo lo que ha dejado de descubrir en estos años aritméticos. Pilar tiene una hija. Nunca pensó tener una. Siempre decía que no tenía vocación de madre. Y no la tiene. Es una madre poco común. A veces piensa que eso es malo. Pilar se lo cuestiona todo. Quiere hacer las cosas bien. Sabe que es imposible, que la perfección no existe. Pilar no quiere ser perfecta. Le gusta la imperfección. La asimetría. Lo inexacto. Lo raro. Lo diferente. A veces se empeña demasiado en conseguir esa perfecta extrañeza. Desde que leyó Rayuela, dice que es como la Maga. También pertenece a un club de lectura. Todo esto desde hace un año. Antes había leído, pero no tanto. A veces tiene la sensación de que nada, si lo compara con la actualidad. Pilar lee en cualquier lugar. En el baño. En la cama. Andando. Pero su rincón preferido, cuando sale por ahí, es el maletero de su coche. Algo estrambótico, como ella. Le gusta el tacto del papel. Su olor. Pero es capaz de olerlo a través de la pantalla de su lector digital. Con él encima, Pilar se siente a salvo. Conoció a un escritor que le hizo ver la vida de otra manera. Compró y leyó todos sus libros. Entonces supo que él sería su profesor. Fue el elegido. Ahora asiste a sus clases. Cuando Pilar se empeña en conseguir algo, lo consigue. Cree que si de verdad es un deseo intenso, tiene el poder de materializarlo. Una vez deseó ser libre y cuando encontró el valor necesario, lo fue. Ahora Pilar vive sola. Semanas alternas. Se siente como un pájaro que acaba de salir de su jaula y está aprendiendo a volar. Ha cumplido cuarenta y tres. Es una adolescente. Hace quince años era más vieja. Eso quiero decir cuando digo que Pilar es una maga. Pilar suele planear las cosas. Si algo la pilla de improviso, le cuesta reaccionar. Ella piensa que no confía lo suficiente en sí misma para dejar brotar las ideas sin pensar. Cuando preguntas sobre Pilar, siempre sale su rasgo espontáneo como algo característico de ella. Eso la desconcierta. Sabe que es verdad. Aunque no siempre. Siempre le parece demasiado. Pero cree en la eternidad. Siempre es una palabra que lo dice todo. Pilar está llena de contradicciones. De lógicas contradicciones. Porque Pilar vive dentro de la teoría de la relatividad. En una escala de grises. El negro y el blanco son demasiado opacos o transparentes. Cree que nadie lo es. Ni siquiera ella misma. A veces Pilar se siente una total desconocida. Se hace preguntas para las que no tiene respuesta. Entonces sabe que una nueva metamorfosis comienza. Piensa en camaleones. Se siente uno de ellos. Y cambia de color. 

domingo, 13 de noviembre de 2016

TODO Y NADA Violeta



Nada me parece suficiente. Pienso en arriesgar mi vida para tenerlo todo. Pero tengo miedo y eso me hace quedarme quieta, en esa sencillez que va transcurriendo, dejando entrever en cada grieta del tiempo una pequeña luz que me indica que estoy aquí, viva en este mundo de muerte, en la nada y soñando con todo. Una luz atraviesa la ventana y llega a mí. Es cálida y fría al mismo tiempo, una luz llena de contrastes. Una luz que me invita a vivir en el todo, que me inunda de ilusión, que me da la fuerza del rojo y la paz del azul. Una luz tenue color morado, que me transporta a un lugar repleto de aromas, lavandas vuelan al viento, me impregnan de una fragancia de paz. Es en ese instante mágico cuando me doy cuenta de que lo tengo todo estando en la nada. De que el vacío es necesario para llenarme. De que desde abajo puedo subir arriba. De que nada y todo es lo mismo. Y entonces, el miedo desaparece.


Microrrelato seleccionado para la publicación en el concurso Tono Escobedo, sobre los colores del arco iris.

RUTINAS



Elena se levanta a las siete, como cada mañana, se ducha, toma el desayuno mientras lee un poco, necesita esa dosis de literatura para completar su ingestión matinal de vitaminas y encarar el día con cierto optimismo. Le gusta disfrutar de su paseo hasta la oficina, donde el día transcurre entre la normalidad y la rutina, entre papeles que ir archivando en cajas una vez incorporado el sello correspondiente. Su vida pasa entre esas cuatro paredes, con un tragaluz que le permite ver el cielo, en ocasiones eleva la cabeza y se queda unos segundos mirando. A veces sus compañeros, al salir del trabajo, quedan a tomar un café, Elena nunca se queda, apresurada vuelve a casa. Se prepara un té, saca un cigarro de su pitillera y se pone a escribir. Le gusta inventarse historias, a veces lee, otras, toma una copa.

Alejandro sale a tomar algo, se adentra en el primer local que ve. Sentado en la barra la ve entrar, inmediatamente se ve atraído por ella. La mira fijamente mientras ella se dirige hacia él y se sienta a su lado. Pide un gin tonic con limón. Lleva unas medias negras, cruza las piernas en un gesto sugerente, invitándolo a entablar una conversación. Exprime el limón en su boca, quedando la corteza amarilla entre sus labios rojos. Alejandro se acerca, le pregunta su nombre y en un susurro le llega hasta sus oídos, Laura. Conversan frugalmente y salen juntos del local.

Esta mañana Elena se ha dormido y sale de casa sin desayunar. Compra el periódico en el quiosco de la esquina y echa un vistazo a los titulares. Descarta las noticias de política y pasa a la sección de sucesos. Anoche fue encontrado un cadáver en el parque, un hombre joven fue asesinado a sangre fría, acuchillado después de haber practicado el acto sexual. Las investigaciones apuntan a un caso de homicidio pasional en el que la presunta asesina podría ser una amante despechada. Elena mira la foto y lo reconoce. Es su vecino. No tienen mucha relación, apenas coinciden de vez en cuando en el ascensor. El, muy educado, le da los buenos días, ella, tímidamente, le devuelve el saludo. No conoce su nombre. Ayer precisamente lo vio a la vuelta del trabajo cuando llegaba a casa. El bajaba, con su porte elegante, a alguna cita, supuso.

Hoy Laura no sale de casa, quizá lea un poco mientras toma un té y fuma su cigarro. No tiene ganas de tomar alcohol, le duele la cabeza.


miércoles, 9 de noviembre de 2016

DESLINDAMIENTOS



Contemplo mapas, con sus montañas, sus bosques,
Con sus laberintos de ríos, lagos, sus desiertos y sus ciudades.
Me alerta vislumbrar unas líneas invisibles
Superpuestas a esas corrientes fluviales
Recortando despiadadamente cordilleras, tajantes.
¡Con que comparar esas delgadas líneas!
Líneas que no se ven pero rasgan el aire, 
Separando gentes.
Y se instauran, como muros infranqueables
Advirtiendo el peligro de traspasar los límites, 
Creando frentes.

Si hago lo  mismo con mi cuerpo

Me encontraría descuartizada en pedazos
Repartiendo órganos y esqueleto
Entre las personas que me aman
El amor, esa palabra
Quedarte un fragmento de alguien, poseerlo
Aunque con ello la vida se convierta en humo.
El cuerpo ya no existe, es un monstruo
Compuesto por piezas de carne aisladas
Recortadas, desgarradas, robadas, y llenas de sangre.
Y, como si nada,  las recomponemos en una figura ideal
A la otra parte de la línea
Un rostro bello de aquí, un cuerpo esbelto de allá
Cambiamos pechos y glúteos por otros más vistosos
Un cerebro inteligente, un estómago voraz, un corazón… artificial.
Nuestro Frankenstein comienza a respirar
Solo que no hemos pensado en las costuras
Esos hilos que tienen que unir a la fuerza los trozos separados
La aguja que tiene que atravesar la carne
Que clavamos una y otra vez con pespuntes de dolor
Formando un zurcido que, por imposición, creará una geografía.

Mapas físicos se ven avasallados por mapas políticos
La naturaleza desaparece y emerge lo adulterado
Costumbres, leyes, normas, reglas, prohibiciones, 
Marcan fronteras, marcan naciones. 
Cuidado, no pases al otro lado.
Serás interrogado o expulsado.
Líneas delgadas que no se ven, pero que se clavan en las entrañas.
El nacionalismo, esa palabra.

sábado, 5 de noviembre de 2016

En silencio

Javier llegó a casa mucho antes de lo previsto. El silencio invadía el espacio ocupado por los pocos muebles que rellenaban los vacíos de aquella mansión. Todavía no había conseguido familiarizarse con este lugar. Le estaba costando más de lo previsto. Hoy, sin embargo, había decidido venir aquí, en lugar de emprender la huida diaria y común hacia otros lugares hasta que la oscuridad llega y ya no le quedan excusas para no regresar a su hogar. Su hogar. Una palabra que le quedaba grande a este sitio. Pero aquí estaba. A plena luz del día. Los rayos se dirigen implacables hacia él, impidiendo que pueda ver con claridad todos los objetos que componen la decoración del salón, donde ahora se encuentra, sentado en su sillón rojo, encogido, frente a la ventana, intentando apartar la mirada del interior. Se asoma a través del cristal. Sin abrirlo. Solo intenta ver la parte de fuera, lo que rodea a esos muros que lo abrigan del frío. Sólo entonces se pregunta por qué siente tanto frío allí dentro. Es el frío el que lo impulsa a buscar otros lugares y entrar en calor. Esa construcción es fría. Lo notó nada más verla. La blancura que la inunda no ayuda al aumento de la temperatura. Aunque fuese visualmente, unos tonos ligeramente rosados le darían algo de calidez. A él. Que tanto la necesita. Que tanto frío tiene. Sobre todo cuando llega a casa antes de lo previsto y no se escucha ni el leve sonido de un chirriar de puertas. Ni unos pasos que lo acompañen al andar. Ni la suave brisa que alborota las ramas del árbol que hay junto a la ventana por la que entran los rayos de luz, inmóviles frente a él, que, quieto, sólo consigue sentir el frío que lo envuelve. Tiembla. Desde su sillón, alcanza el mando y enciende la televisión. Una imagen muda ante él le dirige una mirada. Apaga el aparato. Coge el libro que tiene en la mesa y comienza a leer hasta que los rayos de luz desaparecen. Como cada noche, esperará a que lo embargue el sopor para quedarse dormido. Solo así podrá escuchar el sonido de la noche.

viernes, 4 de noviembre de 2016

INCERTIDUMBRE



Desconozco cuánto tiempo estaré en este lugar inmenso. Buscaré una salida que me llevará hacia otros horizontes donde forjaré mi propia vida. En este piélago estaremos aquellos que buceamos por las profundidades del universo marino, esperando la embestida que nos expulsará a la tierra a realizar nuestra misión vital. Una tempestad, olas llenas de furia, nos alumbrarán.

Eso pensaba cuando estaba dentro del mar, cuando no me distinguía del resto de gotas y deseaba nacer. Así me convertí en río. Salí de aquella inmensidad y discurrí por la superficie terrestre.

Conoceré el aire, lo respiraré, surcaré nuevos terrenos, haré fuertes acometidas en línea recta en las que avanzaré a pasos agigantados y en otros momentos me permitiré ondular entre los bosques, bordearé rocas, subiré montañas y luego me dejaré caer en cascada, y, con gran impulso, seguiré recorriendo mundo. Contemplaré la gran belleza que se desplegará ante mí.

Así era mi vida, perfecta. Tenía una gran fuerza que arremetía por la tierra dulcemente, componiendo sinuosas curvas que embellecían el panorama.

Llegaré hasta el centro de la tierra, hasta unirme nuevamente con otro mar,  me aunaré a otros ríos, conquistaremos lugares a raudales, generaré afluentes, agua de mi agua que se dispersará por otros terrenos, pasará por otras ciudades pregonando nuestro esplendor.
Y así sucedió. Un gran encuentro me hizo sumar esfuerzos con otro río y surgió el momento de permitir que un riachuelo saliera de nuestro caudal donde se había estado incubando.

Breves instantes después, algo se cernirá sobre mí. Chocaré con un muro de contención que me paralizará y me transformará en una presa. Inmóvil, inerte, quieto. Empezaré a estancarme en ese lugar sin movimiento, prisionero de mis anhelos que proyectaré sobre el pequeño río, que aún inconsciente sonreirá cuando lo mire. Aquí esperaré mi muerte que llegará tarde o temprano. No conseguiré tocar el mar nuevamente, ni siquiera me acercaré al centro de la tierra. En esta quietud solo podré planear lo que hubiera sido la ruta que trazaba en mi imaginación. En esta prisión, ni la paz ni el desasosiego lograrán que me mueva.


Ahora decido morir en esta celda en la que tanto dolor he soportado y de la que sé que no saldré jamás. Dejo que todo siga su curso, sin interferir en ello, sin retrasar el trayecto del resto de ríos y del arroyo que ya transcurre con fluidez y un cierto ímpetu. Quizá llegue al centro de la tierra. Quizá toque el mar.