Elena se levanta a las siete,
como cada mañana, se ducha, toma el desayuno mientras lee un poco, necesita esa
dosis de literatura para completar su ingestión matinal de vitaminas y encarar
el día con cierto optimismo. Le gusta disfrutar de su paseo hasta la oficina,
donde el día transcurre entre la normalidad y la rutina, entre papeles que ir
archivando en cajas una vez incorporado el sello correspondiente. Su vida pasa
entre esas cuatro paredes, con un tragaluz que le permite ver el cielo, en
ocasiones eleva la cabeza y se queda unos segundos mirando. A veces sus
compañeros, al salir del trabajo, quedan a tomar un café, Elena nunca se queda,
apresurada vuelve a casa. Se prepara un té, saca un cigarro de su pitillera y
se pone a escribir. Le gusta inventarse historias, a veces lee, otras, toma una
copa.
Alejandro sale a tomar algo, se
adentra en el primer local que ve. Sentado en la barra la ve entrar,
inmediatamente se ve atraído por ella. La mira fijamente mientras ella se
dirige hacia él y se sienta a su lado. Pide un gin tonic con limón. Lleva unas
medias negras, cruza las piernas en un gesto sugerente, invitándolo a entablar
una conversación. Exprime el limón en su boca, quedando la corteza amarilla
entre sus labios rojos. Alejandro se acerca, le pregunta su nombre y en un
susurro le llega hasta sus oídos, Laura. Conversan frugalmente y salen juntos
del local.
Esta mañana Elena se ha dormido y
sale de casa sin desayunar. Compra el periódico en el quiosco de la esquina y
echa un vistazo a los titulares. Descarta las noticias de política y pasa a la sección
de sucesos. Anoche fue encontrado un cadáver en el parque, un hombre joven fue
asesinado a sangre fría, acuchillado después de haber practicado el acto
sexual. Las investigaciones apuntan a un caso de homicidio pasional en el que
la presunta asesina podría ser una amante despechada. Elena mira la foto y lo
reconoce. Es su vecino. No tienen mucha relación, apenas coinciden de vez en
cuando en el ascensor. El, muy educado, le da los buenos días, ella,
tímidamente, le devuelve el saludo. No conoce su nombre. Ayer precisamente lo
vio a la vuelta del trabajo cuando llegaba a casa. El bajaba, con su porte
elegante, a alguna cita, supuso.
Hoy Laura no sale de casa, quizá
lea un poco mientras toma un té y fuma su cigarro. No tiene ganas de tomar
alcohol, le duele la cabeza.
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