martes, 27 de septiembre de 2016

Entropía


Imágenes obtenidas de Galeria Imprevisual. Exposición de Araceli Carrión. Inspiración de los textos y montaje de las imágenes expuestas, por mí misma, gracias a esta exposición.

Versión prosaica:

Hoy ha sido un día de esos en que todo sale del revés. Cansada, agotada, exhausta, he recordado que había una exposición en la Galería Imprevisual, Entropía, de Araceli Carrión y me he dado permiso para perderme un rato por un lugar donde extraviar mi mente ruidosa y dejarme llevar por el arte, en lugar de irme a casa y zambullirme en la cama sin preámbulos.
Entro en la galería y nada más ver los cuadros de Araceli me quedo atrapada. El título de la exposición, Entropía, refleja mi propio estado, el caos, el desorden. Y según voy avanzando en la obra, voy descubriendo aspectos de mi misma que no tenía presentes y algo empieza a ordenarse en mi interior. No sé exactamente de dónde proviene ese orden que empieza a apoderarse de mí.
La primera obra que veo se titula “Caos”. Justo ahí algo se activa en algún lugar recóndito de mi mente, o quizá de mi cuerpo, no lo sé, y como un espejo me devuelve una bofetada. Es un caos lleno de vida, hay tanta simetría como irregularidad, hay tanta luz como oscuridad, pasando por todos los tonos y formas, impactando en mi rostro, un calor interno asciende desde mis entrañas hasta mi cabeza y se concentra en un punto. Y se inicia todo. Comienzo a ver elementos rescatados de otros tiempos en esa marabunta aglomerada. Y noto una ligera brisa por mi espalda que no proviene de ese lugar agolpado de objetos, más bien ha sido un roce casi imperceptible que el rastro de alguien ha dejado tras de mí, formando un conjunto perfecto, diagrama que me invita a continuar la serie. La siguiente pintura aparece como una plegaria ante mis ojos. Dejo mis miedos encerrados en esa jaula. Los miro fijamente. Me abstraigo hasta que se difuminan y desaparecen cediendo el paso al próximo lienzo, en una diástole sostenida, y observa cómo se despliega su ser, a corazón abierto, en una entrega absoluta. Ya desde otro lugar, empieza a sentirse como una niña y sonríe y la sobresalta una imagen,  en la que el bien y el mal forman una sola figura. Se reconoce. Empatiza tanto con la grandeza universal como con el delirio profundo que se mece en los brazos de algún dios, un oxímoron perfecto, en completa armonía, sin atisbos de imperfección. Como es arriba es abajo. La simetría exacta lo envuelve todo.  Entonces se viste de gala y acoge en su regazo al caos que en un primer momento la dejó abatida y lo usa para engalanar su vestimenta. Feliz, se propone recorrer nuevos caminos en la dualidad de la vida, cuerpo y alma juntos en un viaje a lo desconocido. Y al fin, el orden completo, todo encaja en su lugar, lo grande y lo pequeño, como un puzle, donde lo aparente se confunde con lo real, y lo absoluto con lo relativo, como la vida con la muerte, la belleza con la fealdad, lo distinto con lo similar, un todo armónico. Fin del recorrido entrópico. El miedo y el amor se unen y ya no hay distinción entre ellos, una efigie se eleva con las dos caras superpuestas. Los ojos del amor tranquilizan al miedo y los ojos del miedo serenan los arrebatos del amor.

Salgo a la puerta a respirar un poco de aire y entonces, lo veo. Era su brisa la que recorrió mi espalda. Su piel la que rozó mis pensamientos. Sus manos las que tocaron mi corazón. Su boca la que ahora, se choca contra la mía.

Versión poética:

Desorden, caos desordenado, entrópico, atípico, o típicamente atópico.
Caos que se amontona, que se agolpa, caos, desorden amontonado.
Ruegos, plegarias, para que este caos atópico desaparezca, que se vaya,
Orden, quiero orden, ofrendo mis miedos al caos, al dios del caos, los dejo,
Los miro, los dejo, encerrados en esa jaula, adiós, se disuelven, los miedos.
Movimiento, palpitación, un corazón, en diástole sostenida, se relaja,
Esperanzas, ilusiones, perfecciones imperfectas, armonizadas, realzadas, vivas.
Una niña, juega, ríe, canta, una niña que vive, que juega, ilusionada,
Mujer y niña integradas en la dualidad, grande y pequeño, ilusión y realidad,
Un vestido de fiesta, celebración dual, caos y orden, desorden y paz, unidad,
Vida y muerte, sueño, sueño profundo, despertar al mundo, perfección y orden,
En el desorden. 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Ruidos RaRos, desde Hacía un ruido de María Salgado

Inspirada en María Salgado y en su libro Hacía un ruido (Frases para un film político) sigo tentando a mi imaginación, esta vez, al estilo poético, contemporáneo, experimental, no sé muy bien. 

La presentación del libro de María Salgado con su recital inspira a cualquiera. Salí de allí con una energía desconocida, un mundo por descubrir, como una niña y un juguete nuevo, al que sacarle todo el provecho. 

Esos textos del ruido, en la boca de María, con el sonido de las cuerdas vocales que danzan con cada palabra, que extraen notas de otros lugares más profundos, y salen disparados al exterior, colapsando con cada oído que, expectante, no sabe bien qué va a pasar, y sucede, de repente, un choque frontal, la opacidad está ahí y tenemos un reto: chocar. Solo apareceremos cuando logremos chocar. Entonces la ecuación se resolverá, la incógnita tomará un valor, nosotros.


Y ahora os dejo con mis Ruidos RaRos:

Había un ruido, un ruido ensordecedor, que enmudecía mi mente
Allí, lejos, entre las nubes, un ruido.
Ruidos, un ruido, un ruido roído, un ruido raído, un ruido raro.
Ristras de ruidos, acudiendo en masas,
Masas de ruidos.
Me alejo.
Ahora son murmullos.
Están cerca. Me hablan al oído. Susurros.
Susurros que murmullan, mascullan, musitan,
Susurros que susurran un ruido lejano, un ruido distante,
Un ruido distante y presente, un ruido que susurra a mi oído,
Frases de un tiempo que se evaporó, un ruido perdido.
Un ruido extraño que golpea contra un espejo, y rebota,
Un ruido futuro, hablando de un ruido pasado, ruidos al fin y al cabo,
Ruidos raros.

martes, 13 de septiembre de 2016

La araña



Ella sospechaba que algo ocurría con aquel hombre, su mirada, sus gestos, incluso sus palabras cada vez que conseguía acercarse a ella, salían lanzadas como puñales que se iban colocando a su alrededor, como en un número circense, dejándola completamente atónita. Esa sensación elevada al cuadrado fue la que tuvo cuando, de repente, un día, él se acercó y la besó sin titubear. Fue justo en ese momento cuando se convirtió en araña. En línea de defensa, sabía que algo no encajaba pero se dejó mecer por esa musicalidad que la rodeaba. Algo imperceptible y viscoso la envolvía y en sus intentos de escapar, lo que hacía era tejer una gran tela de araña donde, enredada en una maraña de deseos, atracción y sexo, era la reina. Se hallaba pegada a esa red circular, cada vez más grande, pero la acuciaba una lucha interna que igual que la expelía hacia fuera buscando una salida, la traía de rebote nuevamente hasta el mismo centro, como si tuviese atada una fina cuerda elástica que no le permitía quedarse en los confines de esa red, una vez despegados los pies de ella. En esos retrocesos se chocaba de bruces contra un muro infranqueable creado por ella misma. Un bonito muro, rodeado de cariño, ternura, detalles, palabras románticas, abrazos, besos, sexo, que la hicieron confundir aquella farándula con algo cercano al amor. Ocho brazos que le daban seguridad y en ese pedestal que ocupaba, pudo representar su papel brillantemente. Se aferró a esa obra teatral confundiendo realidad y fantasía y no supo diferenciar la verdad de la mentira y así, continuó tejiendo ese gran embuste, creyendo ser la protagonista de una historia inventada, idealizada. Hambrienta de amor se satisfizo de deseos, de sexo, de abrazos y besos, que la distraían de ese anhelo superior. Y volvía a vaciarse cada vez que se entregaba, cada vez que su cuerpo era ofrenda para el rey. El rey la observaba. Su tristeza no se podía disimular. Quería mantener a toda costa la gran interpretación en el escenario, porque sabía, lo sabía con una certeza absoluta, que si dejaba de actuar, ella desaparecería de su vida. El miedo les rondaba a los dos. A ella por la inseguridad de su soledad. A él por ver su ilusión esfumarse. El amor no tenía cabida. En una de tantas vueltas que iban dando en esa malla de hilos cada vez más finos, cayeron a un vacío del que ya no pudieron regresar. El escenario no se perdió detalle de la gran interpretación y dejó anotadas todas las escenas en un guion improvisado. Después de la función, la araña se desprendió de su traje, avergonzada de su papel. Rompió en mil pedazos las láminas donde fue escribiendo mientras actuaba. Se dio cuenta de que fue una escena más de su vida, que cada ocasión era propicia a una representación donde la verdad jugaba al escondite, dejando opción sólo a la mentira.

Epílogo:

El rey apareció en su vida para mostrarle el camino. Si no fuera por él no lo habría encontrado. Él la transformó en araña. Por eso le está eternamente agradecida.


La Araña

Un libro....

Me veo retada a escribir sobre libros, sobre un libro. Realmente sobre qué voy a escribir. 
Sobre el soporte físico que envuelve a las letras o sobre los contenidos, o sobre todo al mismo tiempo.
                 
Recuerdo entonces una anécdota que me sucedió hace unos días, con mi hija. Fue algo así como un:
                                                     "Juego de niños"

La niña jugaba con su amigo. Juntos habían creado una historia fantástica en la que las reglas de juego surgían de su imaginación. De repente, escucho una palabra insólita: mapa-canción. La niña la decía con tanta normalidad como si la hubiese utilizado toda su vida. Al preguntarle el origen, simplemente contestó: del libro que mi madre me lee todas las noches.



Así ni escribo sobre el soporte ni sobre el contenido. Finalmente escribo sobre las consecuencias, a veces peligrosas, pero tan exuberantemente atractivas, que hacen que una madre alocada dirija cada noche a su hija, como un ritual, un capítulo de un libro juvenil, que, con la excusa de querer leerlo, lo lee a su hija. Excusa bien recibida y la niña acaba por incorporar esa historia a los juegos infantiles.

Pensé en escribir sobre los olores. Me encanta como huelen los libros, me pierde ese olor a papel, que me traslada a otros tiempos, a otras historias, algunas pasadas, algunas futuras, que me sacan de este momento presente, para viajar a otros lugares. Aromas de historias. Bibliotecas aromatizadas de palabras. Estantes inmersos de letras oliendo pasajes, relatos, cuentos, otras vidas. No sé si como una forma de evasión, pero sí de disfrute y con eso me basta.

Pensé en escribir sobre las historias de los libros. Esas que inevitablemente vives cuando los lees. Cada palabra va inyectando en ti nuevos sabores, nuevas experiencias, nuevos romances, nuevos desencuentros, nuevos lugares, rescatan recuerdos, vivencias, que se convierten en un placer, aunque hablen de desgracias. Hay desgracias tan bien escritas que es un deleite leerlas. Y forman parte de la vida, no las podemos obviar. Ignorarlas no sirve si no para que se repitan. Así, vemos como vamos circulando, es decir, moviéndonos en círculos, subiendo a norias, dando vueltas por ahí, la vuelta al mundo, la vuelta ciclista, a la vuelta de la esquina, dando vueltas y vueltas, hasta darnos cuenta de que va con nosotros la historia.

También contemplé la posibilidad de escribir sobre los nuevos formatos de libros que últimamente estoy utilizando. El libro sin papel. Dicen que no es lo mismo.No, no lo es. Comparto la opinión. Como he dicho me gusta el olor, pero no solo eso, me gusta escribir en ellos, tomar notas, subrayarlos, hacerles garabatos, hacerlos míos. He conseguido hacer algo parecido con el formato virtual ya que los programas lectores permiten el subrayado en colores. Pienso que lo importante es el contenido, aunque la belleza que envuelve a un libro físico, aunque esté envejecido, es algo especialmente hermoso que no sé si algún día conseguirá lograr el formato digital. 

Se pueden escribir tantas cosas para un universo de libros, pero elegí una. El impacto de un libro en una niña. Esa niña, que es mi hija, es capaz de adentrarse en esa historia de héroes, de un héroe en busca de su perro que se ha perdido. Ahora con la ayuda de un mapa-canción va en busca de su amigo fiel. En la realidad y en la ficción. En el juego y en la lectura. Continúa la aventura...

Ficciones, de Pilar, no de Borges



En un principio pensé en titular esta entrada con otro nombre, más directo, con ese matiz consciente que creo que no tenemos. Mentiras. Entre fingir y mentir puede que en realidad no haya tanta diferencia y como dos gotas de agua, plasmen perfectamente la intención de esta entrada, que además no sé ni dónde la voy a etiquetar. Si la dejaré suelta, para que vaya volando allá donde el viento la lleve, o la constreñiré a una casilla de la cual no pueda salir, una cárcel, una jaula, como un pájaro cautivo, al que si le das la libertad no sabe qué hacer con ella.
El dilema no es ese. Al final, si libre o cautiva, esta entrada es para mí misma. Es algo que quiero escupir, que necesito vomitar, que debo gritar hasta oír resonar mis cuerdas vocales y sentirlas vivas, defecar mis embustes con una purga que libere espacio en mis intestinos, mear hasta renovar toda el agua que me deshidrata con tanta falacia, que de tanto tragar trolas, reventaré si no cedo el paso a tanta mentira. Sí, ahora digo mentira y no ficción. Ahora que me he permitido expulsar por todos los orificios de mi cuerpo toda la suciedad que llevo dentro, ahora más que fingir, miento. Me miento a mí misma cada vez que pienso que se lo que es la vida. No tengo ni idea. Vivo al son de la música que va sonando en cada momento. Si es flamenco, pataleo, si es música clásica, me muevo como un delfín, acariciando cada nota que se esparce con el viento, si es rock, mi cabeza se abalanza sobre mi cuerpo en movimientos oscilantes hasta que un mareo me detiene, si es rap, voy de aquí para allá reivindicando mis derechos, si es un vals, me deleito en los brazos de alguien en quien deposito mis expectativas y me dejo guiar, y si la música se apaga, ya no sé qué hacer, ya no sé quién soy, ya no sé nada de nada. Y así, voy viviendo una vida de ficciones en la que no sé siquiera si existo. En ocasiones lo tengo claro, sí, existo, soy real, aunque mienta, aunque no diga todo lo que me pasa por la cabeza ni por el estómago, pero soy de carne y hueso, y estoy aquí. Sí, tengo fotos, esa soy yo. En esa foto estoy con la máscara de buena, dedicando unas palabras, una mirada, a alguien a quien pienso que quiero, pero no siempre es así, pues a veces lo odio. Entonces no sé si miento cuando lo quiero o cuando lo odio. Cuando lo miro, o cuando le digo que lo quiero y en realidad lo odio, o cuando lo amo con locura y no se  lo digo porque al mencionarlo igual se disipa y lo odio de nuevo. En esa otra foto, llevo puesto mi disfraz de madre. Mala madre o buena madre. No lo sé. Pero una madre de mentiras, de juguete, eso sí lo sé. Una madre que no siempre lo es. Una hija también. Madre e hija. Cómo intercambiar esos papeles en instantes. Difícil tarea. A veces la hija es la madre y no sabe qué hacer. A veces la madre es la hija y dispara sin titubear balas a doquier, incluso con el riesgo mortal de que lleguen a la madre. Hija, madre, qué más da, si todo es mentira. Lo mismo sucede cuando digo que algo me gusta. Hoy me gusta algo. Mañana no. Como hacer planes así. Los hago y los deshago con tanta facilidad como miento. Miento cuando me levanto cada mañana y me miro al espejo. Cuando voy a trabajar. Cuando quedo con amigas. Cuando escribo. Cuando leo. Lo que escribo tiene tanto de verdad como de mentira, por lo tanto, no es cierto. Lo que leo es tan falso como lo que escribo. Porque la verdad es tan personal, tan individual, tan íntima, que no logramos verla ni nosotros mismos. Si alguien te la rebate, acaba por no ser verdad. A veces sucede. Entonces, tu mundo se convierte en un montón de deshechos, de basura, de incógnitas sin resolver. Y empiezan los problemas matemáticos. Aquí todo es lógico. Dos más dos son cuatro. Pues a veces sí y a veces no. Depende de esos dos como sean. Todo tiene matices. Ligeras tonalidades que cambian los resultados. Y así vamos por la vida, expeliendo palabras que, a los pocos segundos, ya no son verdad, o quizá nunca lo han sido. Creyendo que lo que vemos es real, que lo que escuchamos también lo es y el tiempo nos va transportando a la inmensa calumnia. Siempre está la otra parte. La que constata o rebate tu posición. A veces eres tú misma esa otra parte y acabas enredada en tus propias conclusiones. Y en medio de este caos, las preguntas y las respuestas no se corresponden, las unas se van con las otras, se mezclan, se escapan, buscan ahogar sus penas en las drogas, en el sexo, en el amor. Ahí se diluyen, se engrandecen, se consuelan, se funden con los placeres cotidianos, y se masturban hasta convencerse de que están haciendo el amor de verdad, aunque sea consigo mismo, y pensando, conforme el éxtasis está llegando que quieren hacerlo otra vez, pero cuando éste llega, exhaustos, prefieren aplazarlo en el tiempo. Te fumas un cigarro y justificas así una muerte que llegará de todas formas. Una muerte que tampoco es real. Una muerte falsa, inventada por el humo de ese cigarro. Ni vivimos ni morimos de verdad, aunque muchas veces creemos que sí lo hacemos. Ni siquiera esto que escribo es cierto.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Un toque de romanticismo... microrrelatado

Tengo clasificado el romanticismo como un envoltorio empalagoso, un adorno que, como el maquillaje, esconde la verdadera cara del amor. Pero es como todo, la relatividad y ciertos momentos son declives a ser embadurnados por esos matices, sobretodo cuando la espontaneidad los saca de la nada y te ves con un toque rojo sobre los labios.

Así me inmiscuí en la composición de un microrrelato que albergara palabras aderezadas de pasión, siempre con esa casualidad que te encuentra a la vuelta de una esquina y se abalanza sobre ti sin dejar paso a la elección. Esos momentos inesperados que te sorprenden y que, se introducen en lo más hondo de ti, aunque sea tan solo por un instante, culminando el tiempo con un beso.

El beso

Se detuvo y, de repente, lo vio. Sus rostros se encontraron apenas a unos segundos de besarse. El tiempo se congeló evitando que sus labios se unieran sin remedio. Con la mirada clavada fijamente en los ojos, sin pestañear, se adentraron en el arte de alcanzar las profundidades del alma y hallaron un camino. Anduvieron hasta que un beso les impidió avanzar más y el tiempo continuó su viaje sin fin.



El beso, ese pequeño gesto que pone en contacto dos miradas, dos cuerpos, dos almas, y favorece el intercambio de sensaciones, que provoca a las manos acercarse y tentar al otro, como fiel reflejo de ti misma, y formas, sin querer, una única figura de brazos entrelazados. El beso, una caricia al alma, una entrega plena, efusiva, total, ardiente, frenética, dulce, vehemente, generosa, impulsiva, efervescente, voluptuosa, pasional. 

La expresión más bella, la unión de dos bocas que se quieren decir tantas cosas, que, en ese contacto, sienten a través de los labios, lengua, saliva, el sabor de esa atracción que es algo más que un simple encuentro casual, que responde a designios bien elaborados en algún lugar perdido, recóndito, al que accedes justo en el momento en el que el hallazgo parece totalmente fortuito. En el tiempo, en el espacio, si lo hay.

Un beso, otra forma de hablar, un diálogo entre dos lenguas. El resumen de una mirada dedicada. Un pacto lingüístico para formar una historia de amor. Un conjunto de palabras enredadas en un diagrama sin evidencias explícitas. Unos labios que se sumergen en un mar de deseos. Una conversación que discurre entre dos bocas. Una dedicatoria visceral escrita entre lenguas. Un secreto compartido.






Suerte - Bárbara Blasco

Jueves 17 diciembre

Llega a mis oídos, con nuestro club de lectura y ese intrépido coordinador que atrae como un imán todos los actos culturales que se van organizando en nuestra ciudad, ya que disfruta como pez en el agua navegando por diversos talleres literarios y codeándose con escritores, profesores y amigos fieles a las letras, una presentación de libros, sí, libros, en plural, con varios autores valencianos todos y con una consigna en particular. Es una oportunidad de conocer a varios escritores y ver de qué manera se las ingenian para hacer esa presentación en la que disponen de dos minutos y medio, ni un segundo más, para dar rienda suelta a su imaginación y creatividad y exponernos de la manera más sugerente posible la lectura de su libro. Os adjunto cartel.

Coordinan la campaña: Alberto Torres Blandina y Paco Inclán.

16 Autores invitados: Felip Bens, Carlos Aimeur, Eduardo Almiñana, Néstor Mir, Mr Perfúmme, Oscar Gual, Guillem López, Alberto Torres Blandina, Paco Inclán, Pep Cervera, Bárbara Blasco, Jerónimo García Tomás, Ximo Azagra, Héctor Hugo Navarro, Marian Torrejón y Alfredo Álamo
Iniciativa de Aristas Martínez y Jekyll&Jill.
Colaboran librería Dadá y revista Bostezo.

Comienza el acto, todos nos van persuadiendo con estilos totalmente diferentes, y cada uno de los asistentes va decantándose por uno o varios. Aquí fue Bárbara Blasco, la que, con su ingenio y conjeturas, diciendo sin decir, barajando opciones que finalmente no eran, me crea expectación sobre la "Suerte", a la confiamos nuestras vidas, editada por Editorial Contrabando.

Compro el libro y me voy directa a devorarlo. 
(Ahora lo puedo decir, porque es literalmente lo que hice)

Empieza fuerte. En el primer capítulo tenemos ya un cruce de destinos. El azar, sigilosamente, se interpone entre canal y canal de televisión, y en un salto, quien sabe si programado, Raúl, profesor de literatura, en un viaje de trabajo, que es su gran pasión (lo podremos comprobar a lo largo de todo el libro a través de las innumerables citas y reflexiones literarias y el entusiasmo con el que las expele a sus alumnos), desde su habitación del hotel, donde, alejado de su hábitat costumbrista se encuentra libre, sin control para hacer lo que le apetezca, escucha la voz de Adela, su mujer, escupiendo unas palabras a una tarotista, por teléfono, que lo perseguirán el resto de páginas. Unas palabras que, obviamente hablan de él, de la rutinaria vida de Adela, el desamor en el que ha caído, rozando el odio y las terribles ganas de salir de esa situación que tiene esa mujer con la que ha compartido toda su vida.

A partir de ahí, se van a ir sucediendo una serie de acontecimientos derivados, como no, del azar caprichoso, de esa suerte que puso en el camino de Raúl el programa de lecturas esotéricas, y que, además, el destino quiso que fuese justo en el momento en que su mujer salía a escena con ese “no lo soporto”, que le dejo un estigma profundamente doloroso, como una marca de hierro ardiendo sobre la piel, de las que marcan a los animales que van directos al matadero.

Celia, una estudiante de la universidad que asiste a las clases de Raúl, y que lleva una vida descontrolada, desordenada, que no sabe lo que quiere, que acaba de vivir una experiencia fuerte y difícil que la acosa mentalmente en los momentos más peculiares, encuentra en Raúl un apoyo y Raúl en ella.

Morgana, la tarotista, en el auge de su carrera, después de una vida llena de obstáculos y miserias,  encuentra un aliciente en su vida que la hace perder la cabeza, ver las cosas donde no están, y, su destino, como no, toma el camino de la suerte derivada de sus lecturas.

Desde las primeras páginas me sumerjo en la historia, y a través de la escritura y de la riqueza de las palabras y expresiones, de la cantidad de referencias que han ido completando mi bagaje literario, de los personajes tan cuidados y tan reales, de las reflexiones profundas y de los actos que me hacían tomar contacto con la tierra, en definitiva, de una historia narrada con absoluta exquisitez, me hace caer en las garras de Bárbara, inexorablemente, y veo mi destino claramente expuesto a pasear hasta un final incierto, esperando que la Suerte me acompañe.

La Suerte, el azar, el destino. Quién sabe cómo los vamos atrayendo. Si lo que nos va aconteciendo forma parte de un plan escrito, y estamos predestinados, pudiendo acceder a determinados registros esotéricos para ir encauzando nuestras acciones a ese propósito universal, o si el azar nos va dejando notas a las que podemos hacer caso o no, y el libre albedrío empieza su trabajo dejando que forjemos nuestro propio destino. En este caso se entremezclan las tres en un cóctel de lecturas adivinatorias. El azar se pone a disposición de una de las partes implicadas, la suerte se va interponiendo en los caminos de los personajes, intentando desviarlos de su camino, y el destino, finalmente, se ve forzado a tomar unas acciones y dirección que, en principio, no estaban escritas. O sí.

Un mensaje que extraigo de esta historia, que personalmente me ha hecho reflexionar, es que no siempre lo que aparentemente parece una cosa lo es y lo que ni imaginas, puede serlo. Y que, cuando algo parece perdido, las cosas pueden reajustarse de manera que encajen como ni siquiera imaginabas. Nada es lo parece. La vida te sorprende a cada paso. Si es cuestión de Suerte, entendida como el azar que va entrometiéndose en tu vida sin pedir permiso, o si realmente, el destino está escrito y no podemos escapar a esas letras, es  lo misterioso de la vida, la incógnita de la ecuación. Aunque, entre dos puntos hay infinitas opciones posibles que pueden jugar con diversas combinaciones entre los polos opuestos y resultar que la realidad es una mezcla de tantos colores que no podemos situarnos en ningún extremo. Y no vale un sí, o un no, un negro, o un blanco, un verdad o un falso, todo es tan relativo como individuos y opciones existen en el universo. Todo tiende al infinito.

Un placer viajar por estas páginas. Libro disfrutado, recomendado y espero tener el privilegio de poder presentarlo próximamente en nuestro club de lectura, con Bárbara Blasco entre nosotr@s.