martes, 13 de septiembre de 2016

Un libro....

Me veo retada a escribir sobre libros, sobre un libro. Realmente sobre qué voy a escribir. 
Sobre el soporte físico que envuelve a las letras o sobre los contenidos, o sobre todo al mismo tiempo.
                 
Recuerdo entonces una anécdota que me sucedió hace unos días, con mi hija. Fue algo así como un:
                                                     "Juego de niños"

La niña jugaba con su amigo. Juntos habían creado una historia fantástica en la que las reglas de juego surgían de su imaginación. De repente, escucho una palabra insólita: mapa-canción. La niña la decía con tanta normalidad como si la hubiese utilizado toda su vida. Al preguntarle el origen, simplemente contestó: del libro que mi madre me lee todas las noches.



Así ni escribo sobre el soporte ni sobre el contenido. Finalmente escribo sobre las consecuencias, a veces peligrosas, pero tan exuberantemente atractivas, que hacen que una madre alocada dirija cada noche a su hija, como un ritual, un capítulo de un libro juvenil, que, con la excusa de querer leerlo, lo lee a su hija. Excusa bien recibida y la niña acaba por incorporar esa historia a los juegos infantiles.

Pensé en escribir sobre los olores. Me encanta como huelen los libros, me pierde ese olor a papel, que me traslada a otros tiempos, a otras historias, algunas pasadas, algunas futuras, que me sacan de este momento presente, para viajar a otros lugares. Aromas de historias. Bibliotecas aromatizadas de palabras. Estantes inmersos de letras oliendo pasajes, relatos, cuentos, otras vidas. No sé si como una forma de evasión, pero sí de disfrute y con eso me basta.

Pensé en escribir sobre las historias de los libros. Esas que inevitablemente vives cuando los lees. Cada palabra va inyectando en ti nuevos sabores, nuevas experiencias, nuevos romances, nuevos desencuentros, nuevos lugares, rescatan recuerdos, vivencias, que se convierten en un placer, aunque hablen de desgracias. Hay desgracias tan bien escritas que es un deleite leerlas. Y forman parte de la vida, no las podemos obviar. Ignorarlas no sirve si no para que se repitan. Así, vemos como vamos circulando, es decir, moviéndonos en círculos, subiendo a norias, dando vueltas por ahí, la vuelta al mundo, la vuelta ciclista, a la vuelta de la esquina, dando vueltas y vueltas, hasta darnos cuenta de que va con nosotros la historia.

También contemplé la posibilidad de escribir sobre los nuevos formatos de libros que últimamente estoy utilizando. El libro sin papel. Dicen que no es lo mismo.No, no lo es. Comparto la opinión. Como he dicho me gusta el olor, pero no solo eso, me gusta escribir en ellos, tomar notas, subrayarlos, hacerles garabatos, hacerlos míos. He conseguido hacer algo parecido con el formato virtual ya que los programas lectores permiten el subrayado en colores. Pienso que lo importante es el contenido, aunque la belleza que envuelve a un libro físico, aunque esté envejecido, es algo especialmente hermoso que no sé si algún día conseguirá lograr el formato digital. 

Se pueden escribir tantas cosas para un universo de libros, pero elegí una. El impacto de un libro en una niña. Esa niña, que es mi hija, es capaz de adentrarse en esa historia de héroes, de un héroe en busca de su perro que se ha perdido. Ahora con la ayuda de un mapa-canción va en busca de su amigo fiel. En la realidad y en la ficción. En el juego y en la lectura. Continúa la aventura...

1 comentario:

  1. El olor de los incunables en la biblioteca de mi alma mater...gracias por retrotraerme alli.
    Y estoy de acuerdo en que hay desgracias tan bien escritas que eso in deleite leerlas.

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Gracias.