Las calles
vacías
Están limpias,
los papeles, las colillas, las cáscaras de las semillas, los restos de las
vidas que solían echar al suelo, no están.
Las calles
silenciadas
Los pájaros
extrañados no se atreven a aletear sobre ese asfalto tan uniforme, no lo
reconocen, sólo algunas ruedas, giran lentamente queriendo acortar el tiempo,
no gastar gasolina, llegar cuanto antes, y volver otra vez al silencio, no hay ni
moscas, ni mosquitos, ni cucarachas.
Las calles
mudas.
Los vecinos
parecen haber aprendido el lenguaje de signos. Ahora. Por la necesidad. Algunos
asoman su cabeza a la ventana. Quieren asegurarse de que lo han entendido bien.
Quédate en
casa, hay grafitis pintados en las cabezas, la correspondencia virtual lleva la
firma instalada, la televisión incorpora el hashtag, esa almohadilla delante lo
graba en tu mente, es un bucle repetitivo, como un chip, las neuronas obedecen
al miedo, no sales, te callas.
Las calles
vigiladas
No sabes
cómo, pero lo saben, si sales, si entras, si vas, si vienes, en la calle,
claro, todavía, parece, que dentro de casa no hay ojos, crees, no estás segura,
podría ser que el control se les fuera de las manos, cierras los ojos, piensas
cosas que sólo sabes tú, te llega un whatsapp, te hablan de todo lo que no has
dicho, de tu silencio.
Las calles
tienen miedo
La soledad
no es fácil.
Toda esa
gente que pisoteaba una y otra vez bordillos y aceras, que contaminaba el aire
con los tubos de escape, que hacia rodar el mundo a base de ruido, gritos,
golpes, basura, deseos insatisfechos, hacían sentir a las calles su valía.
Las calles
abandonadas
Las calles
tristes
Las calles
solas
Las calles
tienen miedo.
Tú tienes
miedo, te avergüenzas de cosas que querrías que pasaran, sólo son estrellas
fugaces, sabes que esos deseos no se cumplen, miras al cielo, no es tan
distinto, pero aquí abajo, el asfalto está frío.
Quizá ha
cambiado algo.
Quizá todo
está cambiando.
Los cambios
dan miedo.
Quédate en
casa, sigue resonando en el eco de la cueva en la que habitas.
Cuatro
paredes pueden ser refugio o cárcel.
Quédate en
casa, recomiendan, instan, ordenan.
El control
está en las calles.
Ellas no lo
perciben, pero los ojos revolotean silenciosos sobre los tejados.
Ya no entra
ni el polvo a las casas.
Ni las
palabras, ni las caricias, ni los besos.
Las puertas
cerradas, el amor disperso, la sangre helada, como las calles, el sol sale,
pero no sabe sobre quién derramar sus rayos, las ventanas también están
cerradas, por si acaso.
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