Si te vas a perder, piérdete en Florencia. Donde las calles te sugieren pasear. Florencia es una ciudad peatonal. Pasan coches por donde pueden. Pero los pies son los protagonistas si vas allí. Los necesitas para acceder a todos los rincones que te ofrece. No será un camino de rosas. Esos pies acabarán destrozados, pues no podrán parar hasta empacharse de arte. Florencia es arte. No es que lo tenga. Lo es. Es inseparable una cosa de la otra. El arte florentino se respira. A veces se ve. Se desparrama por cada rincón. Y puede que llegues hasta vomitarlo, si no te cabe dentro. No todo el mundo tiene estómago para esto. Florencia te invita a despertar un sexto sentido. Es obligatorio, no podrías soportarlo sólo con los cinco disponibles. No bastar ver, oír, degustar, oler y tocar. Hay que sentirla tan dentro que te perfore ojos, oídos, boca, nariz y manos. Y te atraviese el corazón. Florencia tiene el puente más viejo de Europa. El Ponte Vecchio, como se llama a ese viejo montón de piedras estratégicamente acomodadas sobre el rio, tiene casas colgantes. Pequeñas tiendas. Ahora joyerías. Antiguo lugar de comercio. Florencia tiene esas cosas raras sobre el puente. Candados. No se sabe muy bien por qué están allí. Pero si vas a Florencia comprarás uno y lo colgarás en ese rincón del puente. Pedirás un deseo y te dispondrás a pasear hacia las calles más céntricas. Aunque seas escéptico. Lo harás. O eso harías si no lo hubiesen prohibido las autoridades. Ahora el ritual se realiza desde la mente. En el plano de la imaginación. Y lanzas la llave al Arno, cerrando los ojos. Y ese manojo de cerrojos colgados se exhibe ahí, sin pudor alguno, desde que un antiguo ferretero lo puso de moda. Creó una leyenda y la gente lo creyó. No hay nada como aferrarte a un deseo, con fe, para que se cumpla. Desde el río, y en especial desde el puente de los viejos deseos encerrados en pequeños candados, comienza una oportunidad única de bailar con la ciudad. Florencia está llena de música. En cada adoquín suena una nota. Florencia está llena de adoquines. Y de músicos. Y de instrumentos. Y de notas. Sin continuar todavía nuestro recorrido, querrás quedarte en ese lugar un buen rato. Quizá contemplar un atardecer. Rodeada de gente. Rozarás la asfixia del gentío. Te mirarás en el agua, reflejada, formando una masa compacta con toda esa gente y casas, hasta desaparecer. Es uno de los lugares más concurridos de Florencia. Florencia te lleva por sus callejuelas estrechas a grandes plazas. Por la via Roma, algo transitada por motores, puedes ir directa a la Piazza del Duomo. Lo asombroso es que esa gran catedral no la verás hasta que saques tu cabeza de la calle y gires el cuello. Y no te quedará más remedio que inclinarlo hacia atrás para poder alcanzar la altura que esa gran efigie alcanza. Vas a tener que contornear el cuello hasta que te cruja algún hueso para ver esa catedral, imponente. Florencia asombra. Te abre la boca de par en par. No es la majestuosidad de otras ciudades, como podría ser Roma. Florencia es majestuosa en sí misma. Sin necesidad de artilugios. Florencia es. Podría no tener y sería igual. Lo lleva impregnado en el ambiente. Todo eso la hace perfecta. Asquerosamente perfecta. Florencia alberga en su interior obras perfectas, como ella misma. No podrás dejar pasar la oportunidad de hacer una gran cola para entrar en la Galería de la Academia y ver a David. No es perfecto por tener un cuerpo perfecto. Su perfección va más allá de la belleza estética que pueden alcanzar los ojos. Ni siquiera la que sentirías si pudieses tocarlo. Es el impacto de las manos del artista plasmado en esa pieza pulida el que nos llega a través de la escultura. Y así con palacios, con parques, puentes y casas. Nada es común. Florencia tiene un halo dorado que la recorre y la dota de un encanto especial. Si sacas cualquier edificio, puente, parque, casa, de Florencia, pierde su don. No Florencia. El objeto sacado de allí. El tiempo no discurre linealmente en Florencia. Los relojes florentinos son caprichosos y se permiten tomarse un descanso y dejarte volar. Rompen las reglas. Se burlan de todo. Trasgreden los límites. Florencia es un punto en el espacio sin tiempo. Un lugar para salir del planeta. Un lugar para soñar. No un sueño. Florencia existe. Es real.
Me gusta más que la primera versión. Los cambios de tono, con sus claroscuros le da más relieve. Y creo que tiene también un ritmo más vivo. La descripción del David, haciéndonos ver las manos del artista es un goce.
ResponderEliminarExtraordinaria descripción, me encanta, porque haces ver realmente lo que es Florencia. Y estoy muy de acuerdo contigo, Florencia es real y es un lugar para soñar y yo incluiría amar.
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