martes, 17 de enero de 2017

UPS! EL MOVIL



Hoy he salido de casa sin el móvil. Menos mal que me he dado cuenta en el portal. No voy sobrada de tiempo, pero lo primero es lo primero. ¿Y si me llama? Seguramente no llame, pero, quién sabe. Como tarda el ascensor en llegar. Seguro que no ha pasado ni un minuto, pero tengo algo de prisa. Aquí está. Abro la puerta y subo corriendo. Marco el cuarto. La puerta se cierra muy lentamente, yo diría que más lento de lo normal. Todo sucede lentamente cuando tienes prisa. Tengo que relajarme un poco. En un momento estará en mis manos otra vez. Llego a casa. Abro la puerta y corro a la habitación donde debería estar el dichoso móvil. No está. ¿Lo habré dejado en la cocina mientras desayunaba? Si no he desayunado. Voy a ver. No, no está aquí. Miro en el salón, encima de la mesa, en el sofá, encima de la cama, en la mesita de noche, en el banco de la cocina, en la nevera, en la despensa, en la basura, en el cestillo de la ropa, en el tocador, bajo de la cama (sí, creo haber estado ahí recogiendo algo de ropa), ¿en el congelador?, no, en la lavadora… no hay forma de encontrarlo. Cojo el teléfono fijo para localizarlo por el sonido. Llamo. Escucho un leve sonido que apenas distingo de dónde procede. Voy tanteando lugares de la casa para ver si lo escucho mejor. El contestador –soy Silvia, aunque ya lo sabes si estás llamando a este número, ya sabes, déjame tu mensaje y te llamaré luego –salta y me escupe mis propias palabras con una voz estúpida. Tengo que borrar este mensaje. O quitar el contestador. ¿Para qué lo quiero si no lo usa nadie? Lo borraré cuando encuentre el móvil este que no para de sonar bien lejos, bien bajito, acompañado de una ligera vibración, que no noto. Lo encontraré tarde o temprano. Pero ya es más bien tardísimo. ¿En el baño? Pero si he mirado allí y no estaba. Sí, parece proceder del baño. Busco y rebusco por los cajones del armario. Nada. En la bañera, junto a las botellas de champú y gel, o en la alfombrilla de ducha, en el bidet, en la estantería con las toallas, no, justo al lado, en el albornoz, sí, pongo la mano en el bolsillo y ahí está. No sé qué manía me ha entrado de traerme el móvil a la ducha. Si es que ni siquiera ahí estoy tranquila sin tenerlo a mano. Si me llama quiero tenerlo cerca y no dejar que salte esa voz atontada del contestador. Por fin lo tengo entre manos. Ya estoy más tranquila. Ahora me meo. Joder. Aprovecho que estoy aquí. Total, llego tardísimo igualmente. Llamaré a Jesús para decirle que me he dormido y que llegaré en media hora. Luego me quedo un rato más y compenso. Si no computo mis horas, me echarán. Parece ser que es lo más importante. Hacer horas. Horas. El tiempo. Dedicar tu vida al trabajo. Miro el móvil feliz. Tengo un whatsapp. Es Isabel. Que si quedamos esta tarde. Genial –le contesto. Si no tengo un plan. Marco el número de Jesús. No me lo coge. Le dejo un mensaje en el contestador: “Hola Jesús, me he dormido, me visto y salgo para allá corriendo. Un beso.” Sujeto el móvil con el cuello mientras me subo las bragas y los pantalones. Tiro de la cadena y… ups! El móvil se me cae al inodoro. Meto mi mano sin pensar detrás de él. Se ha quedado encajado en el agujero mientras el agua lo tira con cierta fuerza hacia dentro. No, no puede estar pasando esto. Lo saco. Lo seco. Está lleno de agua. Lo destapo, le quito la batería, conecto el secador y lo sigo secando. Nada. No hay forma. No responde. No funciona. Entro en pánico. No sé qué hacer. Me va a costar mucho tiempo conseguir otro móvil y conectar la tarjeta allí. Tengo que ir al trabajo. No podré hacerlo hasta esta tarde. ¿Y si mientras llama? ¿y si oye esa horrible voz del contestador? Tengo que borrarlo.

Mientras, él la llamó. Había perdido su número. No lograba encontrarlo hasta que finalmente, su memoria recordó los números que había apuntado en ese papel de servilleta en aquel bar cutre de la ciudad donde tomaron un café insípido. Escuchó su voz en el contestador. Le dejó un mensaje para volver a verla sin importarle aquel tono de niña mimada.

Por la tarde, cuando consiguió que su móvil se secara, lo primero que hizo fue desactivar el contestador. No quería que si él la llamara, oyera esa voz estúpida suya. Sus mensajes serán borrados ¿desea continuar? Y pulsó sí. Sin escucharlos siquiera. Sin comprobar si había un mensaje nuevo. Ofuscada en quitar esa voz del contestador antes que él la escuchara. Si es que la llamaba algún día. Nunca la llamó.

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