domingo, 14 de agosto de 2016

CON EL FRÍO - Alberto Torres Blandina



Invierno 2015: Cae en mis manos un heraldo hibernal en forma de libro, cuyo título no hace más que predisponerme a leer y sumergirme en esas páginas bajo el rótulo "CON EL FRÍO". Invierno, con el frío, qué mejor que adentrarse en los laberintos gélidos, ir a la esencia de esta estación de las manos de un autor desconocido para mí. El libro ha empezado a recorrer su propio camino, pasando de unas manos a otras, entre los integrantes del club de lectura Edeta, hasta que ha llegado a las mías, previa petición, que lo abren con curiosidad.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al tomar el libro y hacer una mínima mención de abrirlo. Aún así, no me detengo y sigo mi intuición. Traspaso el umbral de la portada y me sorprende un índice de puntos en un mapamundi, como una invitación a viajar a través de los ojos de Alberto, sí, ese desconocido tiene un nombre, Alberto, y unos apellidos, Torres Blandina, y es valenciano, y comienza su viaje justo en su ciudad natal, en Valencia, como punto de partida de esta aventura en dirección a algún lugar ignoto, y que geográficamente lo sitúa en Islandia. Hacia allí se dirige un barco con el nombre de "Esperanza", en una expedición que surge tras la inminente emigración de todos los animales del planeta en esa dirección, al Norte, y, tras cada paraje, la intervención de los tripulantes de la embarcación, nos irán desvelando secretos escondidos en sus propias interpretaciones de los acontecimientos. 

Atenas, Japón, Santiago de Chile, Estambul, Nairobi, Vancouver, algún lugar de Sicilia, Lasha, Barnako, Potosí, Dubai, Nueva York, Tanami Road, Luang Prabang, Asilah. Este es el orden establecido por Alberto, un orden que no sigue una lógica práctica, más bien se rige por un precepto musical, cuya melodía te va llevando a puntos álgidos mientras que otros te mantienen en ese estado de expectación hasta el siguiente.Y así, de la mano de Alberto, que también es músico y cantante, me dejo llevar por sus acordes textuales.

Valencia: Las protagonistas, una mujer de avanzada edad y su perrita, cansadas de vivir de acuerdo a normas y convencionalismos, deciden hacer las cosas a su manera. Bruna, la perrita, como todos los animales, siente la necesidad de dirigirse al Norte, al igual que el Esperanza, pero no puede caminar. Y Micaela, después de haberse pasado la vida ocultando sus deseos por no salirse de las normas, ya no quiere reprimirse más y se lanza en la ayuda de su gran amiga Bruna hacia el Norte, en busca de no sabe qué, pero con la confianza plena en que los animales, con su instinto natural, la llevarán al lugar correcto. Sabe que está haciendo lo adecuado, no le cabe la menor duda, y a pesar de la locura que transmite a quien se cruza en su camino, nada la detiene, al contrario, esa etiqueta disparatada la hace reafirmarse en su decisión.

En el Esperanza, los elegidos, navegando hacia ese frío glaciar, con miedo, incluso con plena convicción de ser una ofrenda al servicio del mundo para salvar la humanidad, y sin permiso propio para llorar, por aquello de no mostrar los sentimientos, sin opción de elegir si se quedan o si embarcan, cada cual con su propia justificación moral que lo ata a ese viaje sin garantías, van descubriendo entre ellos una fe oculta dentro de la fatalidad a la que aparentemente están destinados. Quizá como una metáfora de lo que podemos hacer en nuestra vida ante los retos que se nos van presentando. Una opción es negarlos, destruirlos, luchar contra ellos, y gastar todas nuestras energías en algo que tal vez se nos presenta como una oportunidad de cambio. Otra es acompañarlos, ayudarles y depositar nuestra confianza en ellos para poder extraer ese aprendizaje que nos servirá de guía en nuestro camino.

Nos trasladamos de un lugar a otro en el mapa, de manera sencilla. Alberto nos transporta a lugares y situación extremas, al borde de la desesperación, pendientes de un fino hilo a punto de romperse. Aparentemente las circunstancias son desfavorables, estamos inmersos en un absoluto caos, y solo quien arriesga y sube a bordo del Esperanza, hacia lo inexplorado, quizá, tal vez, a lo mejor, encuentra una respuesta. ¿Acaso importa? Creemos que necesitamos un final feliz, uno de esos que nos graban en el subconsciente desde niños con los cuentos de hadas. ¿Qué es un final feliz? Es más, ¿por que debe haber un final? ¿Qué importa si comes perdices o unas verduras a la plancha? Quizá cargamos de expectativas nuestra vida y por ello nos decepcionamos, en lugar de ir transitando cada lugar, con cada persona que nos encontremos, de una manera natural, sin pretender ser lo que no somos, porque al final, si es que llega, tendremos tal confusión que será mejor la extinción que desenmarañar todo ese entramado de mentiras que vamos forjando a cada paso. Mentiras por encubrir quien somos en realidad.

Sería difícil elegir una historia entre tantas. Todas están ahí por algo, formando un todo, y cada una es imprescindible en este compendio de narraciones que, a mi modo de ver, reflejan ese desorden en el que vivimos, que todos llevamos dentro, y que a través de diferentes culturas, situaciones, personas, religiones, podemos observar que, en esencia, todos somos una parte refleja de éstas. Me he visto como potencial madre encubriendo... como potencial esposa soportando... como potencial mujer violada... como nadie, como cualquiera, como un budista con plena confianza en que su meditación cambiará el mundo y como un condenado a muerte que adelanta su condena en un acto heroico a bordo del barco cuyo nombre no encaja con la realidad que vive. ¿O tal vez la realidad no existe?

Pero si realmente tuviese que elegir, como suele suceder en la vida, y entre tantas opciones quedarme con una historia, elijo Vancouver. 

Esperanza #11.

Imagine que este barco consigue atravesar la niebla, dice el viejo de lentes redondas que observa el horizonte atlántico desde la barandilla de proa. ¿Cree que, si tenemos la respuesta delante de nuestras narices, seremos capaces de reconocerla? Me pregunto si hemos formulado las preguntas necesarias. Porque la solución siempre está ahí. Delante de nuestras narices. No lo dude. Siempre. Esperando ser iluminada por la pregunta adecuada.

Y ahora rescato algunas frases del libro que tengo subrayadas. Después de esa caída imprevista en mis manos, no tuve más remedio que comprarlo y releerlo nuevamente. Me gusta anotar mis impresiones al margen, subrayar aquello que me resuena, y así, mis libros son un reflejo de mí misma. Igual que el autor pone el suyo en el libro y nos hace una entrega de sí mismo, yo a través de él, hago lo mismo, en esa recepción de mensajes, que a veces parecen estar en una sincronía fuera de toda casualidad, destaco y enmarco y anoto palabras que completan la obra para mí misma y para quien pueda leerla bajo el préstamo temporal de este ejemplar.

Sólo son algunos ejemplos... pondría más, porque a cada párrafo me surgía un mensaje, pero no pretendo desvelar lo que descubriréis en la lectura de este libro, sólo dejaros ese entrante que os abra el apetito.
  • Pero la verdad, en ocasiones, puede estar más cerca de una mentira que de la propia descripción objetiva de la verdad.
  • La única forma de avanzar es ir soltando lastre. Pensando en el conjunto más que en el individuo.
  • ¿Acaso el universo espera algo más de nosotros que nuevos hombres-hámster para empujar la rueda? Claro que no. Solo nuevos hombres que repitan los viejos gestos. Que giren una y otra vez alrededor de la pista de este circo absurdo.
  • Lo peor, dijo su abuelo, es que podemos encontrar justificación para cualquier atrocidad. La gente a tu alrededor comienza a convencerse de que vive en una  normalidad.... No importa la excusa. Importa que la gente, la gente normal, encuentra cómo justificar lo injustificable.
  • Solo el que conoce a su enemigo, como dice siempre el general Fu, el que es capaz de meterse en su piel, puede vencerlo.
  • Nos esforzamos toda la vida por ser nosotros mismos, por ser originales, por ser "auténticos". Y, con un poco de ingenuidad, hasta acabamos creyéndolo. Pero la distancia que nos separa es mínima. Tiende a cero. Solamente hay que observar cómo nuestras creaciones se repiten en un círculo absurdo.
  • Cada momento intenso de nuestra vida debería dejar una cicatriz en nuestro cuerpo, transformarnos también físicamente para que no haya engaños, para que las fotos nos alejen de aquel que fuimos una vez, para borrar la ilusión de continuidad que nos mantiene unidos a extraños con nuestro rostro, intentando agradarles, intentando apoyarles, convirtiéndonos en actores leyendo el papel de aquellos que escribieron, sin convicción, con dudas, con ganas de emerger de su piel, a golpes y arañazos, destrozándolos desde dentro para poder aspirar el aire, aspirar tu propio aire, aunque cada bocanada te rasgue la garganta o te queme las fosas nasales o contamine tu sangre hasta la parálisis y la muerte.

Para refrescarte este verano, para vislumbrar el invierno desde un otoño donde las hojas van cayendo como relatos, para adentrarte en ese invierno frío y sumergirte con él a bajas temperaturas, o para recordar que después del frío viene la primavera, con nuevas perspectivas. Cualquiera que sea la estación que elijas para leer Con el frío, es la estación correcta, porque nada sucede por casualidad y si este libro cae en tus manos, irremediablemente navegarás por todas sus páginas hacia un destino incierto. ¿Te atreves?



Nota:

Después de saborear y zamparme este libro, empiezo a indagar otras obras de Alberto y consigo un buen "empacho" pero de esos que te sacian y te quedas tan a gusto...

Ha sido mi descubrimiento del año.

En breve podréis leer mis reseñas sobre sus otras obras aquí en "El lápiz viajero"


Que disfrutéis del viaje "Con el frío".

2 comentarios:

  1. Me leí en invierno el libro, pero tras tu exposición, dan ganas de leerlo de nuevo.
    Gracias Pilar.��

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    1. Gracias a ti por leerlo. Y me alegro de haber generado esa inquietud nuevamente. Es un libro estupendo. Un placer compartir!

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Gracias.