viernes, 26 de agosto de 2016

Juego de miradas

El otro día vi una foto de alguien que me inspiró este pequeño relato.



Contemplo esta tierra de contrastes que me impregna de una belleza magnánima y me sumerge en un abismo de tonalidades. Aquí, sentado sobre una tela, sostenido por esa mirada que se aleja hacia el infinito, descalzo de pensamientos, el tiempo parece congelarse bajo este sol candente. Podría perderme para siempre en esta porción de espacio perpetuo que, sin prólogo, escribe un capítulo de mi existencia. Letras que penetran como huellas indelebles a través de mis ojos, en una entrega recíproca, en un juego de miradas.

Podría ser una mirada cualquiera, pero no lo es, es una mirada intensa, de esas que cuando las dejas perderse en el espacio y el tiempo, te devuelve una historia. Te deja unas huellas, que pasan a formar parte de ti inexorablemente. Y si transformas esas sensaciones en palabras, compones un relato, una entrada de un blog, o llenan un pedazo de papel que, tras recibir unos impulsos a punta de lápiz o tinta, vuelan hacia otros ojos que permitan esa interacción recíproca, compartiendo improntas que refuerzan los hilos que nos unen, y quedamos tejidos en esa red invisible sin remedio.

Y es que un juego de miradas puede dar para mucho. Observando una mirada puedes ver el infinito a través de tu propio reflejo en ese espejo compuesto por pupila e iris, y que, surcando en sus entresijos vamos encontrando esa inmensidad concentrada en un punto, al final del recorrido, en las profundidades del universo.

Una admiradora de miradas bellas.





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