lunes, 20 de marzo de 2017

Un regreso imprevisto




Para implorarle que vuelva a casa se dispuso tranquila a cortar una cebolla. El objetivo es sencillo: llorar. Sabía perfectamente que sin lágrimas no podría obtener la recompensa. La cortó en rodajas y empezó a picarla... fuertemente hasta que la cebolla, indulgente, se convirtió en una masa espesa y uniforme. Desprendió todo su picor. Hizo todo lo que pudo, pero no logró arrancarle ni una sola lágrima. Arrepentida de su propia mentira, y con cuchillo en mano, empezó a implorarse a sí misma su propio regreso a casa. Pensó en hacer la maleta, pero allí donde iba no la iba a necesitar.

1 comentario:

  1. Suscinta y muy acertada descripcion de una experiencia cumbre existential. Bravo.

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Gracias.